Las caricaturas
¬ Juan Manuel Magaña miércoles 28, Nov 2012Política Spot
Juan Manuel Magaña
Con mucha frecuencia, los caricaturistas imprimen a su trabajo una gran profundidad analítica.
Con unos cuántos trazos y escasas palabras definen una situación, un momento, con más precisión con que lo harían los largos textos.
Son como los niños y los borrachos del refrán, que invariablemente dicen la verdad pura. Son de lo más sinceros y conviene de vez en cuando, como en este fin de sexenio, tomarles como referente.
Hernández pone a Calderón tan chaparro que casi no tiene piernas. Está en un panteón y atrás se ve una serie de tumbas que se pierden en el horizonte. Él dice con aire de sorpresa: ¡Me amenazaron de muerte!
Hay otra del mismo autor que titula Nostalgia. Va Calderón con su cabeza enorme y su reducido cuerpo por el cementerio lleno de tumbas y exclama: “¡Aaaah…! Voy a extrañar la buena vida…”.
En una más de Hernández se ve un mapa del país en la pared que, de espaldas, observa el diminuto Calderón con los brazos extendidos. Arriba dice, tachado, Estados Unidos Mexicanos. Enseguida, México. Y también los estados están renombrados así: “Narcoahuila”, “Nuevo Levantón”, “Mataulipas”, “Destazo de México”, “Guerracruz”, “Masacrán”, “Reguero” y “Sincabezoa”.
Una de Helguera en la que van tomados de la mano Calderón y la muerte con su guadaña, ambos vestidos de negro. Aquél dice: Ja, ja… y creían que mi gran aliada era Elba Esther.
En otra, el monero coloca a una humilde madre encanecida sobre un puente urbano o de carretera recién inaugurado. Ella dice: “Con el nuevo puente, ahora llego más rápido al panteón a visitar a mi hijo que fue ejecutado…”. “¡¡Gracias por un sexenio de infraestructura!!”.
Otra: es un monumento fúnebre de piedra con la forma del país. Encima está calderón con un pincel que quiere escribir algo en la cruz respectiva: “¿Le pondré Estados Unidos Mexicanos o nada más México?”, se pregunta.
El Fisgón nos da una vista aérea de un panteón partido a la mitad por una línea divisoria punteada. De un lado hay ya túmulos con cruces; del otro, tumbas ya excavadas, pero vacías. Sobre la línea hay un letrero que dice: “Aquí termina el sexenio de Calderón”. También el panteón con las tumbas atrás, Calderón afirma en otro dibujo: “Como atenuante a las acusaciones de que violamos derechos humanos, les recuerdo que dejamos 80 mil humanos menos”.
Otra de El Fisgón se titula Denuncia anónima. Una señora está en la caseta telefónica de la esquina de un barrio popular. Tiene su mandil, sobre falda larga, unas alpargatas y un suéter. Dice al teléfono: “Este cuate que le digo empezó con un fraude, luego se sintió intocable porque se metió con el narco, debe muchas vidas y ahora seguro se quiere largar del país… ¿Quiere que le diga cómo se llama?” Hasta aquí las menciones. Está claro cómo perciben los moneros el país y lo transmiten con efecto expansivo. Moldean eso que se llama el imaginario colectivo, que es lo que casi todo México trae en la cabeza, a pesar del bombardeo de spots de gobierno que se hace en radio y televisa.