AMLO, bendición y maldición de la izquierda
Roberto Vizcaíno martes 11, Sep 2012Tras la puerta del poder
Roberto Vizcaíno
- El tabasqueño es la mayor promesa y a la vez el mayor obstáculo para el crecimiento de las izquierdas
- Su soberbia y enorme ambición de poder son sus dos problemas a vencer
- Se fue porque tenía enfrente a Marcelo Ebrard y a Miguel Ángel Mancera
Colocado en el contrapunto más increíble dentro de la izquierda mexicana, Andrés Manuel López Obrador es percibido por los dirigentes progresistas, intelectuales de avanzada, analistas y periodistas, así como por millones de ciudadanos como el más importante elemento de transformación y cambio en México y a la vez como el peor de los obstáculos para lograr un verdadero avance nacional.
Luz y oscuridad en un solo personaje.
La atracción social que ejerce es innegable. Lo siguen incondicionalmente millones de mexicanos. Una buena parte de estos quizá hasta la violencia.
Igualmente otros lo abominan y estarían dispuestos a todo por impedirle llegar a la Presidencia, en caso de que se le abriera esa posibilidad.
Debido a lo anterior, López Obrador es sobre quien más se ha escrito sin ninguna duda en el último decenio. Hay cientos de libros, ensayos y artículos sobre su personalidad y acciones, dichos y promesas incumplidas.
Sus hechos lo colocan en los puntos más opuestos.
Reitera constantemente no buscar obsesivamente el poder, pero eso es lo que hace. Afirma ser absolutamente honesto y el mantenimiento de su movimiento a través de asociaciones con financiamientos oscuros lo evidencian como un vulgar político de la vieja escuela. Ya ni mencionamos a todos los personajes de sucio historial que han pasado por su lado.
López Obrador, es pues, el contrapunto absoluto.
Es sin duda el personaje que ha tenido la mayor posibilidad de llegar al poder de entre los partidos llamados de izquierda en México.
Su atracción sobre millones de mexicanos no le ha permitido ascender a la Presidencia, pero sí colocar a muchos en el Senado y en la Cámara de Diputados, en varias gubernaturas y en cientos de alcaldías y diputaciones locales y delegaciones capitalinas.
AMLO ha sido por ello, durante los últimos 10 años, el principal motor del ascenso al poder dentro del PRD, PT y ahora Movimiento Ciudadano.
¿Recuerda usted el caso de Juanito y Clara Brugada en Iztapalapa? Una aberración, un exceso, una acción antidemocrática, pero una muestra del poder que llegó a ejercer López Obrador sobre las masas.
Su incapacidad e incompetencia surgen de que este poder de atracción y simpatía masivas lo ejerce con una soberbia absoluta.
Es en este punto en que todo lo que lo hace atractivo, se convierte en un obstáculo.
No escucha, no acepta ninguna sugerencia, ni reclamo. Su opinión es lo único que vale.
Además es profundamente receloso. Con un enorme ego, considera que todos los demás son tramposos, deshonestos, mentirosos.
En la elección presidencial de julio de 2006 hizo a un lado la estructura electoral de todos los partidos que lo postularon y encargó tanto la estructura electoral, como la de promoción a dos jóvenes de todas sus confianzas, pero sin experiencia en esas tareas. Los dotó de cientos de millones de pesos y los lanzó a una aventura que terminó en el primer gran fracaso.
Los testimonios de los operadores políticos y electorales del PRD, PT y Convergencia indican que ellos vieron con desesperación cómo se les venía encima el tsunami de la derrota sin poder hacer nada. López Obrador simplemente no atendió sus sugerencias.
En lugar de fortalecer las estructuras ya existentes de estos tres partidos, durante 6 años –de 2006 a 2012-, se dedicó a construir una estructura electoral paralela, la de Morena, que por primera vez lo llevó a tener representantes en prácticamente el 95 por ciento de las 140 mil casillas que funcionaron en el proceso presidencial de julio de 2012.
Volvió a perder.
Seguramente personajes como Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo y otros muchos con gran historial político y con una edad cercana a los 80, ven el gran potencial de atracción social que tiene AMLO y a la vez su enorme incapacidad para traducirlo en un éxito de poder.
Qué no habría dado, por ejemplo, Muñóz Ledo por haber tenido la mitad de ese poder de atracción de López Obrador. ¡Lo que no hubiera hecho!
EL FUTURO
Hoy López Obrador, con dos derrotas presidenciales a cuestas, con otros dos fracasos por la gubernatura de Tabasco, con una vida llena de conflictos, con 60 años de edad encima, se lanza a la tarea de construir su partido político con la evidente intención de ir por su tercera candidatura presidencial en 2012.
No pensarlo sería una tontería. Creer que va sólo por la transformación de México es simplemente absurdo. López Obrador lo que quiere es llegar a Palacio y ser Presidente de México.
Es aquí cuando, por su soberbia y desmedida ambición de poder, se convierte en el peor obstáculo para el avance de las izquierdas en México.
La obviedad nos dice que tomó la decisión de abandonar al PT y al Movimiento Ciudadano y de renunciar al PRD, porque sabe que difícilmente estos partidos soportarían su tercer intento presidencial.
Sobre todo porque ahora estos partidos cuentan con otros dos aspirantes: Marcelo Ebrard y Miguel Ángel Mancera.
Nadie entonces le garantizaba que hacia fines de 2017 se le abrieran las puertas a esa tercera postulación presidencial por parte de esas tres fuerzas políticas.
Es más, es muy posible que al menos Mancera lo hubiera rebasado por ser un aspirante joven, fresco, y por contar con todos los apoyos que le dará el ser el Jefe de Gobierno del DF.
De ahí que AMLO se lance hoy a convertir a Morena en partido político.
Hoy Morena ya es Asociación Política registrada ante el IFE y sólo le falta cumplir con una serie de asambleas en todo el país para transformarla en Partido Político.
Seguro lo va a lograr.
Una vez que cumpla este trámite, tendrá acceso a las prerrogativas –dinero por millones– provenientes del IFE, es decir, de nuestros impuestos.
Esto le va a permitir que candidatos suyos participen en las elecciones para diputados federales en 2015. Ni qué decir que va a lograr colocar a no pocos en San Lázaro. Y eso le dará oportunidad de hacer valer sus opiniones y propuestas en el Congreso.
Y de ahí a buscar otra vez la Presidencia de la República en 2018.
Si lo logra, competirá en primera instancia contra los candidatos presidenciales del PRD, PT y Movimiento Ciudadano.
Sabe que estos llegarán a ese momento muy debilitados por la merma de votantes que les va a significar la creación de Morena. Es obvio que muchos de los militantes del PRD, PT y Movimiento Ciudadano van a emigrar a Morena.
Los más afectados sin duda serán los más pequeños: el PT y Movimiento Ciudadano y luego el PRD.
Su cálculo –no se requiere ser muy avezado para saberlo–, es que esa debilidad de los tres partidos derive en que se le unan de nuevo en su tercer intento.
¡Cierto!, falta ver qué van a hacer todos los demás: Los Chuchos y los personajes de la verdadera izquierda, los que crearon hace 23 años el PRD y provienen de las agrupaciones históricas de la izquierda.
Falta ver qué van a hacer Marcelo Ebrard y Miguel Ángel Mancera, que con la salida de López Obrador, ven ahora la enorme posibilidad de competir realmente por la Presidencia.
Y sobre todo falta ver cómo se van a comportar los de la contraparte: el PRI y el PAN.
El PRI tendrá a su favor el enorme paraguas que representa la Presidencia de la República y el manejo de todos los programas sociales reales. Pero sobre todo que estará en el poder Enrique Peña Nieto, un verdadero “animal político” que no le va a dar ninguna tregua a sus opositores, especialmente a López Obrador.
Y el PAN vendrá de una reforma y reorganización internas con la experiencia de haber conseguido ya tener 2 Presidentes de la República.
Fuera de estos y otros escenarios, lo que tendrá que vencer López Obrador en los años que vienen son sus dos grandes males: su soberbia y su enorme ambición de poder. Y luego se verá si logra todo lo demás.