Anécdota poco creíble
Francisco Rodríguez martes 21, Ago 2012Índice político
Francisco Rodríguez
Cualquiera que diga que el señor Felipe Calderón es un tipo muy persuasivo estará mintiendo.
Todos sus discursos, entrevistas y declaraciones siempre han sido, son y serán refutables, pues en la mayoría de los casos la realidad lo desmiente. Nunca antes, empero, había sido tan poco convincente como ahora que, el sábado anterior y durante los brindis por su 50 aniversario, dio a conocer que pudo haber sido víctima de un atentado.
Narrada con desparpajo, su anécdota lejos de despejar tantas dudas, sólo ha servido para despertar mayores recelos.
Lo primero que me permito destacar es que el señor Calderón no ha sido convincente porque ni siquiera ha suministrado una descripción clara de los hechos, un tanto obtusamente atrincherado en su carencia de datos completos para hacer su exposición ante los notables reunidos en Los Pinos para cantarle el happy birthday to you.
La mayoría de los mexicanos ignora todavía cómo se produjeron unos hechos para cuya narración completa y convincente le sobraban sin duda datos al señor Calderón sin necesidad de esperar que alguna filtración del Estado Mayor Presidencial hiciera nuevas aportaciones.
Su exposición, en efecto, adolece de muchos puntos oscuros, voluntariamente soslayados, quizá debido a su famoso don de la manipulación, por lo que ha prescindido de ese necesario arrojo narrativo con que se puede y se debe abordar el relato del enigma, aun cuando no se tengan en la mano todas las claves del misterio.
El más lego aficionado a la literatura de intriga comprende que lo primero que debe estar claro es el delito, los móviles, los autores; la solución ya vendrá luego.
Pero no estando claro el delito, ¿qué va a resultar de la narración del señor Calderón?
¿Resultados de alguna investigación que se haya iniciado inmediatamente después de los hechos narrados?
Tras los años transcurridos, ¿ya se sabe quiénes fueron los presuntos y fallidos perpetradores? Pero ¿qué motivó el fracaso de los presuntos atacantes? ¿Las providencias –término que agrada mucho a Calderón— que el EMP seguramente adoptó al conocer de la supuesta amenaza? ¿La piedad? ¿El cansancio? ¿La convicción de que fracasarían? ¿O la negociación?
Narrada con desparpajo, repito, la anécdota de Calderón lejos de despejar tantas dudas, sólo ha servido para despertar mayores recelos. Uno de ellos, el de la negociación con los delincuentes.
¿O es que quien no alcanza a convencer a la opinión pública si es capaz, en cambio, de persuadir por las buenas a los profesionales del delito?
El menos aficionado al rigor deducirá de todo ello una sencilla conclusión: los criminales que supuestamente atentarían contra Calderón no eran, ni mucho menos, unos hombres dispuestos a todo, tal como la narrativa de la delincuencia nos ha hecho creer.
De todo el asunto, esa es para mí una de las claves que me permite elevar una hipótesis que no será del gusto de los que todas las noches ven golpistas debajo de su cama. No eran hombres dispuestos a todo, no entraba en sus planes su propio sacrificio, no querían el holocausto…
En otras palabras, no eran golpistas fanáticos. ¿Estaban a sueldo? ¿A cinco millones por cabeza?
¿Quiénes los habrían contratado? ¿Los criminales? ¿Los opositores políticos? ¿Alguna entidad extranjera tipo la KGB, la CIA, la Mossad o el MI4? ¿Y qué habrían obtenido a cambio?
Como preguntaba Agatha Christie, ¿a quién habría beneficiado el crimen?
Gran misterio, además, porque después del avionazo de Mouriño y el helicopterazo de Blake, hasta los estornudos son atentados en este país en el que Calderón no logra convencer ni a los de casa.
Índice Flamígero: Los voceros oficiosos se confunden y nos confunden. Uno de ellos dice que el supuesto atentado habría sucedido cuando el ocupante de Los Pinos viajaría a Reynosa, Tamaulipas, y lo atribuye a Los Zetas. Otros que El Chapo y El Mayo fueron quienes fallaron el atentado. Total, los voceros oficiosos tampoco despejan dudas y sólo abren la puerta a mayores recelos. + + + Faltan 102 días para que concluya este poco convincente sexenio.ç