La revolución interrumpida
Luis Ángel García miércoles 23, Nov 2022Por la Derecha..!
Luis Ángel García
A 112 años de iniciado el primer movimiento social del siglo XX, no fue más oportuno el título del libro de Adolfo Gilly “La Revolución Interrumpida”, ya que no ha concluido ni cumplido con sus objetivos: Hacer de México un país más justo y más democrático. Francisco I. Madero sólo buscó sacar a Porfirio Díaz de la silla presidencial y se convirtió en víctima de su propia inocencia. Fue la incorporación de Francisco Villa y Emiliano Zapata lo que le dio sentido social a la Revolución Mexicana, que, al asesinato de Madero y Vicente Pino Suárez, devino en una guerra intestina, cuartelazos y pronunciamientos, sin que llegara la justicia social a los mexicanos.
Correspondió a Plutarco Elías Calles institucionalizar la Revolución, con lo que acabaron los golpes militares, aunque no los asesinatos políticos, y dio estabilidad a la nación. A través del PRI se canalizaron las ambiciones de poder y se estructuraron los grupos en sectores y se satisficieron algunas demandas sociales, además de avanzar en preceptos constitucionales como la educación pública y gratuita o darle autonomía a la UNAM. Pero la Revolución quedó todavía mucho a deber a los desposeídos.
Lázaro Cárdenas instauró el ejido, pero no concretó la reforma agraria, por lo que el campesino siguió en la miseria y endeudado. Manuel Ávila Camacho cristalizó la seguridad social con la creación del IMSS. Los gobiernos civiles, instaurados finalmente con Miguel Alemán, Presidente pro empresarial, reprimió a los trabajadores y fomentó el charrismo sindical. Adolfo Ruiz Cortines fomentó el desarrollo estabilizador, lo que dio bonanza económica al país, pero no mejoraron las condiciones de los obreros o campesinos, quienes competían con la pequeña propiedad.
Otro Adolfo, pero López Mateos, nacionalizó la industria eléctrica, sin embargo, fue intolerante con ferrocarrileros, electricistas, maestros y médicos. Gustavo Díaz Ordaz quedó marcado por la matanza de estudiantes el 2 de octubre de 1968, aunque mantuvo una estabilidad económica que se derrumbó dos años más tarde.
El PRI seguía haciendo usufructo de la Revolución Mexicana y aunque creó Luis Echeverría instituciones como el Infonavit o el Fonacot, su populismo acabó con el país; a pesar de la apertura democrática que instauró con los sindicatos independientes no fue un demócrata y convirtió al Estado en una estructura obesa que formó un sector paraestatal para convertir al gobierno en empleador de empresas quebradas. Así, el sector oficial era hotelero, restaurantero, empresario de la aviación, agente de seguros, fabricante de bicicletas o de hilos. Por cierto, nada productivo o exitoso como emprendedor. El sexenio de José López Portillo completó lo que se dio en llamar “la docena trágica”, que culminó con la aberrante nacionalización de la banca, el control de precios y la paridad fija, pero artificial de la moneda. Hiperinflación padecieron los mexicanos, nada bueno traían los gobiernos emanados de la Revolución.
Llegó el neoliberalismo y la alternancia en el poder. La economía dominó a la política y las variables internacionales marcaron el derrotero de las conquistas sociales. El arribo a Los Pinos de regímenes panistas y el aparente fin del PRI demostró que el problema no era el partido-gobierno, sino una crisis estructural que había relegado la solución a las demandas ciudadanas. Nunca escucharon las voces de la calle.
Por eso la Revolución está interrumpida, porque no ha resuelto los agravios sociales y siguen vigentes los reclamos zapatistas. El populismo trasnochado de la 4T no echará a andar la revolución que requiere el país, habrá que esperar la movilización ciudadana que exige justicia social.